
El macizo de la sierra de Grazalema es el extremo más occidental de la Cordillera Bética y el área donde se registran los mayores niveles de precipitaciones de la Península Ibérica. Y es que su acentuada altitud ejerce de muralla contra los vientos húmedos del Océano Atlántico. Pero, además, son muchos los fenómenos geológicos kársticos que se han producido en nuestra zona ya que el tipo de roca predominante es la caliza.
Del efecto erosivo de estas abundantes precipitaciones, resultan notables e imponentes cañones (Cañón de Buitreras), gargantas (Garganta Verde, Garganta del Cupil), riscos y cortados. Asimismo, la sierra de Grazalema es considerada una de las más abruptas de Andalucía debido a la multitud de grietas y fracturas en el terreno (efectos de la colisión de las placas africana y europea en la corteza terrestre). Esto permite la filtración de las aguas, que fluyen por el subsuelo. Como consecuencia, en nuestra sierra abundan los manantiales (Nacimiento de Benaoján), cuevas, simas (Simas del Pozuelo) y sistemas hidrogeológicos (Hundidero-Gato). Algunos de los cerros más importantes en nuestra zona son el Tavizna y el Hacho.

Otra de las rocas predominantes en esta zona es la arenisca. A diferencia de la caliza, estos materiales favorecen la existencia de cursos de aguas superficiales (Gaudares), que moldean valles y llanos (Valle del Guadiaro, Llanos de Líbar) formando dolinas y poljés (el de Líbar es uno de los más importantes de Andalucía).
En las zonas más altas también se pueden encontrar unas formaciones muy particulares de nuestras sierras llamadas canchales (o casqueras). Su origen se debe a fenómenos periglaciares durante el Pleistoceno. Además, las características de estas cumbres han sido aprovechadas por el hombre para crear pozos de nieve y, en zonas más bajas, hornos de cal (o calderas).