Mi viaje por las profundidades de la Tierra

Presentación de «Mi viaje por las profundidades de la Tierra»

Lo prometido es deuda. Disculpad la demora pero la vida nos lleva de un lado para otro. Abajo tenéis otro párrafo del libro “Mi viaje por las profundidades de la Tierra” escrito por Joaquín Guerrero Guerrero, el niño que acompañó a los obreros del Pantano de los Caballeros, en su primera expedición a Hundidero-Gato (1929), descubriendo que ambas cuevas se comunicaban.

Creo que el retraso está al menos justificado porque estos meses hemos estado recopilando fotos e información sobre Joaquín Guerrero, con la generosa colaboración de su familia, para entre otros usos elaborar un panel sobre su historia que se colocará en el Centro de Interpretación Espeleológica de Montejaque-Cie. Ya está todo listo. El próximo 6 de agosto (2016) durante la Semana Cultural de Montejaque, se realizará un acto para presentar este nuevo panel y para hablar sobre Joaquín y sobre su libro “Mi viaje por las profundidades de la Tierra”. Todavía no se sabe la hora exacta de este acto. Ya os informaré cuando se concrete. Pero puedo adelantaros que asistirán algunos de los descendientes de Joaquín Guerrero.

Sé que para la familia de Joaquín resulta muy emotivo este reconocimiento que vamos a rendir a su antepasado en Montejaque, entre otras razones porque Joaquín nació en ese pueblo, donde su padre estaba destinado como guardia civil. Siendo un niño, le acompañaba a veces hasta las mismas obras del pantano cuando su progenitor acudía a custodiar sus oficinas, los días de paga de a los obreros. Ahí empieza la relación de Joaquín con aquel “gigante” en gestación.

Durante esas visitas, Joaquín se dedicaba a recorrer admirado la monumental obra y a charlar con los obreros. Todos debieron darse cuenta enseguida de su chispa e inteligencia y no tardaron en ofrecerle un trabajo allí, en el Pantano de los Caballeros. Nada menos que de ayudante (pinche) del ingeniero jefe, el suizo Arturo Flist, pues una empresa suiza era la encargada de dirigir las obras de la mayor presa abovedada de Europa de ese momento. Joaquín tenía entonces 13 años y hasta entonces era monaguillo.

Como ayudante del ingeniero jefe, la historia le colocaba en un lugar privilegiado para ser testigo de los avatares de la construcción de la presa y de su repercusiones en Hundidero-Gato. Además de acompañar a los obreros en la “expedición del descubrimiento”, Joaquín estuvo presente en otros momentos cruciales de aquella epopeya y así los narra en su libro “Mi viaje por las profundidades de la Tierra”.

Un día de agosto, tras llevar Joaquín un año trabajando a las órdenes del ingeniero jefe, haciendo fotocopias con sofisticados métodos, acompañándolo en su viajes ¡en coche! a Sevilla, surcando con él las aguas del pantano en una magnífica barca a motor, recorriendo las sierras juntos con una vara de zahorí en busca de los caminos secretos de las agua subterráneas… pues eso, un 20 de agosto de 1929, para ser más exactos, su jefe suizo, Arturo Flist, iba a demostrarle el respeto y el cariño que había acabado profesándole, invitándole a participar en aquella “expedición del descubrimiento”. Así lo recuerda Joaquín en su libro:

“Era el día 20 de agosto del año 1929, día de la semana martes, a las ocho de la mañana, como un buen trabajador acudí al mismo como tenía de costumbre. En este día noté que mi jefe, el señor Ingeniero Don Arturo Fliz, se encontraba muy contento. Estaba en las oficina manejando papeles y planos. Le di los buenos días y me puse a hacer lo que él me mandaba. Él cantaba bajito, a veces silbaba canciones extranjeras.

A la hora de la comida me mandó un buen trozo de carne y queso suizo de su tierra, de ese buen queso que se fabrica en aquella bendita tierra que se llama Suiza. Lo comí con mucho apetito, dándole lsa correspondientes gracias. Él me dijo que esa tarde tenía que estar bastante fuerte porque íbamos a conseguir ser unos personajes muy famosos en la Historia Mundial de la Espeleología. Ignoraba lo que me quería decir con todo esto y sólo le respondí que siempre estaría a sus órdenes aunque fuéramos a lo más profundo del infierno.

Esa frase le gustó mucho y se echó a reír por esta salida que tuve con él y solamente me dijo que efectivamente a ese sitio nos acercaríamos en el día de hoy.